Lucas 22: 31-32 ' »Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandear a cada uno de ustedes como si fueran trigo; pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos». ' NTV
Mateo 16:18 'Ahora te digo que tú eres Pedro (que significa “roca”) , y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no la conquistará. '
Alguna vez has experimentado un tiempo tan difícil que temiste que tu fe se derrumbara?
El día que recibí la noticia de que mi hermano desapareció, algo dentro de mí se quebró. Entre lágrimas, garabatee en los bordes de mi devocional diario, No sé cómo mi fe va a sobrevivir a este golpe.
El llamado marcó el inicio de un período de 1 año de oscuridad. Fisuras pequeñas en mi relacion con mis familiares rápidamente se convirtieron en grietas enormes. Mentiras que había creído acerca de Dios, que aparentaban ser pequeñas, de repente se volvieron grandes. Lágrimas, temores y luchas interminables con mi Padre celestial se multiplicaron.
¿Alguna vez has experimentado algo similar?
Quizás tú también has experimentado el golpe fulminante de un diagnóstico sorpresivo o devastador.
Quizás has perdido un ser amado, y tu corazón afligido no puede asimilar el dolor.
Tal vez el aislamiento social, temor y agitación han pasado la factura, golpeando tu fe.
¿Dónde está Dios en toda esta oscuridad?
Como yo, podrías encontrarte en una temporada de “zarandeo” — un período de dolor profundo con el propósito divino de purificar y reforzar tu fe. En la Biblia, “zarandear” se refiere típicamente al proceso de separar el trigo de su contraparte no comestible, la cascarilla. Del mismo modo, los tiempos de purificación juegan un rol importante separando la cascarilla inútil de nuestros corazones.
No somos los primeros seguidores de Jesús en someternos a un refinamiento de este tipo. Hace siglos, el Apóstol Simón (conocido como Simón Pedro o simplemente Pedro) experimentó esto. Es más, Jesús incluso le dijo que esto vendría:
Lucas 22:31-32.
Pedro se resistió a la idea que su fe alguna vez fallaría…y sin embargo, horas después de que Jesús pronunciara estas palabras, Pedro acobardado estaba ahí sentado, alrededor del fuego con extraños, ¡negando que alguna vez conoció a su Salvador condenado!
Fue su peor momento — pero como resultado, el temor, la duda y la cobardía sí fueron removidos por zarandeo. Mientras Satanás esperaba zarandear a Pedro de la historia, Dios lo fortaleció, purificó y preparó a Pedro para convertirlo en la “roca” que Cristo usaría para edificar Su iglesia.
Mateo 16:18.
Dios quiere hacer lo mismo contigo y conmigo. Como Pedro, podemos aprender a sobrevivir e incluso prosperar como resultado de una temporada agobiante. Mientras luchas por tu fe, aquí hay algunas cosas importantes para recordar:
1. Mantente calmad@
Se siente increíblemente aterrador e inquietante cuando llega un tiempo de zarandeo, pero estas temporadas juegan un rol vital en nuestro crecimiento espiritual. ¡Las Escrituras nos dicen que son de esperarse! Al igual que Pedro, tenemos pecados, creencias y comportamientos que necesitan ser removidos.
2. Mantente conectad@
Cuando nuestra fe es zarandeada, necesitamos el apoyo de la comunidad más que nunca. Jesús oró por la fe de Pedro y Sus discípulos. Asimismo, también necesitamos amigas queridas y de confianza apoyándonos en oración. Una comunidad auténtica nos ayuda a pasar por la prueba y llegar al otro lado.
3. Mantén presente la meta
Tenemos que recordar el corazón de Dios al permitir estas temporadas: Él nos está llevando a una fe más profunda, transformándonos tiernamente a través de la tristeza. Como resultado, somos equipadas para animar a nuestros hermanos y hermanas en dificultades. ¡Nunca se sabe cómo Dios usará este tiempo en tu vida para ayudar a otro!
Mi propia temporada de zarandeo, aunque doloroso, me llevó a una comunión mucho más profunda con mi Padre celestial, ¡más dulce de lo que jamás podría haber imaginado! Ahora, cuando veo esa nota garabateada en mi devocional, mi alma está en paz. Estoy eternamente agradecida por toda la “cascarilla” que Dios removió de mi corazón.